8.25.2017

Retazos

Me pierdo constantemente en el abismo de la intensidad, viendo desde arriba como todo desciende descontroladamente, alborotadamente. Y todos los pequeños giros que cada cosa da, deja atrás una nueva marca. Y cada marca que encuentro, es diferente a la anterior. Llevan su propio nombre, los tengo memorizados en orden alfabético, de adelante para atrás y de atrás para adelante. Cuelgan de mi garganta y se prenden a todo lo que digo, cegando por completo, dejando solo ver lo que siento al respecto. No me olvido de ninguno, nunca. Todos esos nombres, de todas esas marcas, de todos esos giros, de todas esas cosas, me representan en cada uno de esos momentos, separados por años luz unos de otros. Una vez encontré la manera de darles la vuelta, los volví tangibles. Y así, los puedo agarrar, y los puedo desparramar. Creo formas y combinaciones, cosas grandes y cosas ínfimas, sin saber realmente en que puede resultar. Y juego. Juego a ver cada posible escenario, y nunca, pero nunca, siento culpa por no sentir. Siempre es el mismo gusto, de que antes había algo, pero nunca descifro qué. Y nunca me gustó más que en ese momento en particular. Porque lo vi todo, porque lo experimenté todo. Y porque cada uno me atrapó en el instante en que dijo lo que sea que haya dicho, a esa hora, en ese lugar. Y mis pestañas se ríen, porque al final, el cambio se mantiene firme, la única constancia en todo esto. Y siento cada uno de todos ellos con la misma inexorabilidad. Porque poseo cada alma que alguna vez toqué.